Entrevista con Dario Azzellini

„Los ejércitos privados no necesitan permisos especiales“

Masacres a la carta, los ejércitos privados
Poderío bélico | La tragedia iraquí los hizo evidentes ante el planeta. Tal vez tarde. Durante años han construido un complejo bélico global que ha transformado la historia militar. Actúan en los cinco continentes. El negocio genera ingresos por aproximadamente 120.000 millones de dólares. Su control es casi nulo.

¿Qué hacen hoy en el mundo muchos generales o coroneles retirados y no muy contentos con su jubilación? ¿Qué hacen no pocos oficiales expulsados con el currículum debidamente lavado? Claro, un negocio boyante y plenamente globalizado que empezó a gestarse con el boom de privatizaciones de los años 80: una “empresita” de seguridad.

El índice de su éxito bien puede marcarlo la guerra en Irak. Ya durante la operación “Tormenta del desierto” en 1991, uno de cada 50 militares estadounidenses pertenecía a una PMC (Private Militar Company). Para 1999, la figura cambió a un empleado PMC por cada 10 soldados regulares (1). Hoy trabajan en Irak 180.000 “civiles de seguridad” de virtualmente todas las nacionalidades y bajo contrato privado frente a 160.000 militares estatales. Esas cifras las confirmaron los departamentos de Estado y Defensa de EEUU. Vale decir que en este momento los “mercenarios” son la primera fuerza en Irak, delante de los contingentes de Estados Unidos y Gran Bretaña (2). 
De acuerdo a los investigadores alemanes Dario Azzellini y Boris Kanzleiter, al menos 122 ex militares chilenos trabajan en Irak. “Fueron parte, grupos de expulsados por violaciones a los Derechos Humanos durante la dictadura”, explica Azzellini. También hay contingentes de colombianos y salvadoreños elegidos por su larga experiencia en conflictos. Sin embargo el mercado se abrió a países como Uruguay, Argentina y Perú. En este último, a fines de 2005, se ofrecía públicamente el trabajo de seguridad en el Golfo Pérsico con salarios de 200 dólares al día más los correspondientes seguros. Frecuentemente ex Cascos Azules de las misiones ONU, en las que Bolivia ya participó 12 veces, son discretamente coqueteados por los promotores del negocio. 
Sin duda, la oferta de empleo es otro de los indicadores del comercio de la criminalidad oficial. Azellini explica que “desde 2004 se empezó con un proceso de reclutamiento masivo en Latinoamérica debido al agotamiento de los “mercados tradicionales” en Nepal, Islas Fidji, Sudáfrica o la ex Yugoslavia.

De y en los cinco continentes
Las cifras globales son muy difíciles de establecer porque el negocio de suyo tiene una naturaleza altamente encubierta. Pese a ello, investigaciones de institutos especializados de Francia y Gran Bretaña estiman, sin cerrar cifras, que el total se podría aproximar a los dos millones de mercenarios modernos. 800.000 de ellos, en Europa, África y Oriente Medio. 
Por eso las cifras y avances confirmados son también modestos. En el “auge” iraquí, se confirmó un aproximado de 64.000 extranjeros, 5.000 de ellos latinoamericanos, pagados por las PMC. Esa cifra sólo contabiliza los 21.000 norteamericanos y otros 43.000 extranjeros. Pero la legión de contratados incluye también 118.000 iraquíes. (2) El número de muertos de las PMC se ha elevado a 1.000 a lo largo del conflicto. 
“En Irak hay una nueva coalición de personas que cobra por sus servicios”, acusó Peter Singer, autor del libro Corporate Warrions: Rise of the Privatized Military Industry (Combatientes privados: el surgimiento de la industria militar privatizada). “Ésta ya no es una coalición de cooperación, sino una coalición de facturación de servicios”. 
Pero las milicias privadas tienen más campo que Irak y muchos otros interesados en sus servicios. Las 95 empresas privadas de guerra internacionalmente reconocidas trabajan en 120 países. Pero ese su estatus legal les permite a aquellas trabajar con subcontratos para muchas otras de reconocida efectividad, pero pocos papeles de acreditación. (1) Se aplican sobre todo a la custodia de personalidades, defensa y protección de infraestructuras (plantas petroleras y gasíferas, complejos de telecomunicación), mantenimiento de arsenales, vigilancia de instalaciones y edificios civiles, y servicios de alimentación y limpieza, en áreas de alta seguridad. 
Los clientes surgen en todos las áreas. La propia ONU ha contratado este tipo de personal para reforzar los procesos de pacificación en el centro de África. También se han convertido en frecuentes visitantes de las PMC responsables de cientos de ONG que trabajan en zonas de conflicto en esa y otras regiones del planeta. Mientras, varios gobiernos de ese continente los tienen a su disposición para defender campos petroleros o minas de diamantes de los frentes opositores. Es el caso de Sierra Leona o Angola. 
Eso en los aspectos más formales. Un negocio “entre privados” puede prestarse a muchas otras cosas. Así le sucedió a un grupo de élite que renunció a la Policía Mexicana. Miembros del escuadrón conocido como "los zetas" fueron, según una investigación de la revista Proceso, posiblemente los actores del asalto al penal de Apatzingán en Michoacán en favor de narcotraficantes (3). También se les ha atribuido la responsabilidad de la ejecución de dos elementos de la Agencia Federal de Investigación (AFI) y de un capitán segundo del Ejército mexicano en la carretera a Toluca (4).

Los réditos de la guerra privada
Sin duda el negocio paga, pero según la cara del pecador. En zonas como Irak o Afganistán, los reciclados militares estadounidenses o europeos reciben salarios de aproximadamente 12.500 dólares mensuales. A ello se suman indemnizaciones por “lesiones” o “accidente profesional”. La empresa DynCorp, la segunda más importante del mercado, garantiza 160.000 dólares a sus empleados en caso de muerte. Los gurkas nepalíes sólo cobran 5.500 dólares y los latinoamericanos 3.000 cada mes. Los iraquíes o afganos reciben 150 dólares. 
El tema volvió al tapete de las reflexiones mundiales en días recientes tras conocerse diversas denuncias contra los miembros de la compañía Blackwater en Irak. Precisamente, la “privatización de la guerra” quedó en gran evidencia allí también por primera vez en abril de 2004. Un incidente conmovió al mundo: masas de gente enardecida colgaron de un puente sobre el Eufrates a cuatro estadounidenses contratados por la transnacional privada. 
Blackwater es la principal compañía militar del mundo. Fue fundada en 1996 por el millonario cristiano conservador Erick Prince. Esa sociedad recibió el impulso decisivo para su crecimiento tras los atentados del 11 de septiembre de 2001. Los vínculos de Prince con el Partido Republicano, la convirtieron en una pieza clave de la guerra contra el terrorismo. 
Empresas como la Blackwater son capaces de movilizar en ocho horas 8.000 hombres entrenados y armados con helicópteros Mi-8, MI-17 y Mi-24, cazas Mig 2 y 27, cañones, tanquetas, etc. Las últimas en sumarse exitosamente a la gran corporación mundial de la violencia han sido las rusas. Allí, donde desde hace varios meses se especula y denuncia sobre la desaparición de material bélico altamente letal, como 38 misiles con cabeza nuclear.

Con datos de (1) La Privatización de las guerras – Azzellini y Kanzlaiter 

(2) Los nuevos mercenarios – El Observador – Perfil- C. Riavale
(3) Los zetas – Proceso – Alejandro Gutiérrez 

(4) Ejércitos privados - La Jornada – Carlos Montemayor.

Dario Azzellini: “Los ejércitos privados no necesitan permisos especiales”
Azzellini es un politólogo, sociólogo y cineasta alemán de 35 años que desde hace aproximadamente un lustro ha realizado trabajos de investigación en América Latina. Junto a su colega y compatriota Boris Kanzleiter, publicó en 2005 el libro “La privatización de las guerras” que cobró repercusión internacional y ha merecido varias ediciones en diferentes idiomas y versiones adaptadas a determinados países. Visitó Bolivia hace unos meses. Trabajó especialmente en Venezuela, México y Colombia. En este último país le nació la inquietud de investigar el fenómeno de la violencia por contrato. En esta entrevista con ¡OH! explica sus razones y descubrimientos.

¡OH!: ¿Cómo surgió su inquietud para investigar este tema de los ejércitos privados?
En Colombia, allí me inquietó la existencia de empresas militares privadas. Advertí que ese país era como un laboratorio de este tipo de prácticas. Allí hay como 20 instituciones de este tipo. Suman alrededor de 2.000 empleados. El tema me llevó a contactarme con investigadores dedicados al tema en otros países.

OH!: ¿Por ejemplo cuáles? 

Desde Congo, Angola e Indonesia hasta Guatemala. Luego entre todos empezamos a organizar seminarios para analizar las situaciones de guerra y conflicto. Comparamos los casos, evaluamos las estructuras que conforman el eje de esas confrontaciones. Ahí empezamos a identificar en detalle el tema de la violencia privatizada. Entonces nos animamos a trabajar libros. En mi caso, junto a mi colega Boris Kanzleiter, un alemán que trabajó el tema durante el conflicto de la ex Yugoslavia.

OH!: A medida que crecen las denuncias y casos se les ha visto con dotaciones cada vez más letales, ¿Cuál el alcance de las empresas privadas de seguridad?
El tema aún es públicamente desconocido y asombroso al conocerlo. Estas empresas han llegado a ser capaces de hacer cualquier labor en el campo militar. Por ejemplo, en el caso de Irak ya en la primera ola de ataques, hasta los sistemas sofisticados de ataque, como el global vogue y los misiles fueron manejados por empleados de empresas privadas. Empresas como la ya conocida Blackwater tienen tropas especiales. En la terrible confrontación que en 2004 hubo en la ciudad de Fallujah, cuando las milicias iraquíes controlaban aún esa urbe, grupos de la mencionada empresa llevaban a cabo misiones militares detrás de las líneas enemigas.

OH!: En América Latina, Usted tocó el caso Colombia, ¿qué tipo de operaciones sofisticadas realizan?
Bueno, todos los radares que EEUU tiene en el continente son manejados por este tipo de personal que luego pasa la información a los militares del Pentágono.

OH!: ¿Tienen o han tenido actividad en Bolivia?
No he estudiado mucho el caso, pero sé que por ejemplo, la empresa Dyncorp, en el marco de la lucha antidrogas, ha estado presente en Bolivia. La Dyncorp es una de las empresas militares más grandes del mundo. Cuenta con alrededor de 30.000 empleados. Por ejemplo, en Colombia han desplegado a entre 300 y 400 empleados. No tengo información sobre cuántos llegaron a haber en Bolivia. 
Ahora, otra empresa que tiene un historial digamos polémico, y que se la ve aquí es la Wackenhut. Esta empresa tuvo problemas en Venezuela cuando asesoró a la Policía Municipal del Estado de Chacao y fue acusada de desarrollar acciones desestabilizadoras. No dudo de que hayan otras empresas más en Bolivia, pero la presencia de estas es clara.

OH!: Las que ha mencionado hasta ahora son estadounidenses. ¿En que otros países se organizan estos ejércitos privados? 

Si bien la mayoría están en EEUU, las hay también en Francia, Inglaterra, Israel, Rusia y algunas más en países como Singapur. Ahora bien, ellas reclutan gente en todo el mundo.

OH!: Si hablamos de que manejan incluso sistemas de misiles, aviones y tanques, ¿cómo acceden a los arsenales?
Normalmente, son dueñas del material convencional. Ahora bien, a las estadounidenses, de acuerdo a convenios y contratos, el Ejército les presta helicópteros, aviones, etc. En el caso de las rusas, éstas, sus especialistas, pueden alquilar allí tanques, aeronaves, etc. En África se ha visto que las empresas de seguridad privada llegan con todo, incluidos los blindados y los aviones.

OH!: En otras áreas del mundo, donde el conflicto político es más democrático , digamos América, ¿quiénes las contratan?
Básicamente, por empresas que explotan recursos estratégicos. Hay casos incluso de empresas transnacionales que han creado sus propios ejércitos de seguridad, por ejemplo la Halliburton es propietaria de la Kellogg Brown and Root que es una empresa militar.

OH!: ¿No existen regulaciones internacionales que permitan controlar el fenómeno? ¿La ONU no tiene nada al respecto?
Ahí está el problema. Las empresas militares privadas han crecido y se han multiplicado porque por su condición pueden evadir cualquier control. Si un determinado país quisiese intervenir en otro con su Ejército, entonces todo tendría que pasar por la aprobación del Congreso y luego ser fiscalizado por él. En cambio si para ello se contrata un ejército privado, cuyos empleados tienen el estatus de “civiles”, es mucho más difícil que senadores o diputados puedan hacer algo.