La pandemia de COVID-19 y la lucha de clases

La pandemia de COVID-19 y la lucha de clases

por Dario Azzellini, Universidad Autónoma de Zacatecas, México

Las crisis bajo el capitalismo tienden a aumentar las desigualdades existentes. Esto también es una consecuencia del manejo de la pandemia de COVID-19. Los ingresos laborales mundiales disminuyeron aproximadamente un 10,7 % (ó 3.5 billones de dólares) en los primeros nueve meses de 2020 en com paración con el año anterior. Mientras tanto, la riqueza total combinada de los más de 2.200 multimillonarios oficiales en todo el mundo creció de 9,5 billones de dólares el 31 de diciembre de 2019 a un estimado de 11,4 billones de dólares un año después. Los estudios en todo el mundo confirman que las personas pobres y de clase trabajadora corren un mayor riesgo de infectarse y de ser hospitalizadas debido al COVID-19 y que las poblaciones negras, indígenas y de clase trabajadora racializada experimentan tasas desproporcionadas de infección y mortalidad por COVID-19.

> Luchas vinculadas a la pandemia

Las personas y comunidades de clase trabajadora se sublevaron globalmente “debido a” y “a pesar” de la pandemia. Se han producido huelgas y protestas en sectores que se han visto particularmente afectados por una mayor presión en el funcionamiento y el riesgo de infección debido a la pandemia. Trabajos en la salud pública y el cuidado, el almacenamiento, ventas a distancia y logística, transporte de pasajeros y producción de alimentos –especialmente procesamiento de carne y agricultura– ¬ya se caracterizaban desde antes de la pandemia por sus malas condiciones laborales y bajos salarios.

El sector de la salud, uno de los principales objetivos de las políticas de austeridad neoliberal durante décadas, ha sido testigo de huelgas en todo el mundo, desde América y Europa hasta Asia y África. La fuerza laboral en el sector de la salud es principalmente femenina, especialmente en el caso de las enfermeras; así los bajos salarios y el alto riesgo tienen una dimensión de género y raza. También se han producido huelgas en el sector del transporte público. Se llevaron a cabo huelgas espontáneas autoorganizadas por parte de los conductores en varias ciudades de Estados Unidos. En mayo de 2020, en Bruselas, los trabajadores del transporte público organizaron una huelga salvaje después de que el sindicato llegara a un acuerdo con la dirección sin su consentimiento. Los trabajadores de los sistemas de metro de la Ciudad de México, Medellín y Santiago de Chile, y de los ferrocarriles japoneses se declararon en huelga. En Alemania, el sindicato ver.di llevó a cabo una serie de huelgas en el transporte público urbano. Italia y Grecia se enfrentaron a huelgas en el sector del transporte público y privado para garantizar la protección laboral y el aumento de los salarios. Las luchas de los trabajadores en la industria alimentaria comenzaron en el sector de procesamiento de carne en Europa occidental y Estados Unidos, donde la mano de obra es predominantemente migrante y las tasas de infección eran muy altas. En Italia, España y Estados Unidos, los trabajadores agrícolas migrantes se declararon en huelga. Siguieron huelgas en el sector minorista de alimentos en varios países. En el sector de distribución y logística se realizaron huelgas por aumento de medidas de protección en los primeros días de la pandemia desde Australia hasta Estados Unidos. En Italia, todas las empresas de logística y almacenes, incluidos Amazon, TNT, DHL y UPS, han experimentado huelgas y ausencias masivas de personal. Los repartidores de alimentos en Italia se declararon en huelga varias veces durante la pandemia. Un tribunal obligó a las empresas a contratar a los 60.000 trabajadores que repartían comida en bicicleta con las prestaciones correspondientes.

> Luchas a pesar de la pandemia

También se produjeron huelgas y luchas obreras sin o con una conexión limitada con la pandemia. Los conflictos laborales se apoderaron de las plantas productivas donde se planearon despidos masivos o incluso cierres permanentes. En la acería holandesa IJmuiden, propiedad de la empresa india Tata Steel, los trabajadores realizaron una huelga que duró más de tres semanas, impidiendo así el despido de 1.000 de los 9.000 trabajadores y asegurando una garantía de empleo hasta 2026. En India, en diciembre de 2020, una huelga de masas tuvo lugar en respuesta a los planes del gobierno de desregulación masiva de las relaciones laborales y la privatización de los grandes sectores públicos. Unos 250 millones de trabajadores de los sectores público y privado se declararon en huelga. Desde septiembre de 2020, los agricultores de la India han estado protestando por las nuevas leyes que favorecen a los inversionistas privados y las corporaciones. Después de que los agricultores ocuparan Delhi en enero de 2021, el gobierno suspendió las leyes durante 18 meses. Para la búsqueda de ofertas de Prime Day en octubre de 2020, los trabajadores de Amazon en Alemania, España y Polonia se declararon en huelga por mejores salarios. Siguió una serie de huelgas de varios días organizadas en los sitios de Amazon en Alemania. En el puerto de Bilbao, en el País Vasco, 300 estibadores de diferentes empresas se declararon en huelga durante 55 días hasta que las empresas aceptaron varias de sus demandas, entre ellas el límite de un máximo de 1.826 horas de trabajo al año, descansos en el trabajo y vacaciones.

Una gran cantidad de revueltas populares por parte de la clase trabajadora también ocurrieron o continuaron durante la pandemia. Las protestas contra el régimen dictatorial golpista en Bolivia forzaron nuevas elecciones y llevaron de nuevo al poder al MAS (Movimiento al Socialismo) que había sido derrocado por el golpe. En Estados Unidos, el principal sindicato AFL-CIO no logró responder adecuadamente a la revuelta multirracial de la clase trabajadora liderada por negros que comenzó en mayo de 2020. Sin embargo, solo en mayo y junio, se produjeron más de 600 paros laborales o huelgas en solidaridad con el movimiento Black Lives Matter [Las vidas negras importan]. Los conductores de autobús se negaron a transportar a los manifestantes a la cárcel. El Sindicato Internacional de Estibadores y Almacenes (ILWU, por sus siglas en inglés), cuyos trabajadores son en un 65% negros, cerró puertos en la costa del Pacífico de Estados Unidos durante casi nueve minutos el 9 de junio de 2020, el día del funeral de George Floyd. El 19 de junio, el feriado que conmemora el fin de la esclavitud en los Estados Unidos, ILWU realizó una huelga de turnos completos de ocho horas en los 29 puertos de la costa oeste. El 20 de julio, sindicatos y movimientos, incluidos ILWU, United Farm Workers [Trabajadores agrarios unidos] y National Domestic Workers Alliance [Asociación nacional de trabajadoras domésticas], se asociaron con el movimiento Black Lives Matter para organizar la “Huelga por las Vidas Negras” en más de 25 ciudades.

> Nuevos sitios de acción laboral

Payday Report concluye que durante la pandemia en 2020, Estados Unidos experimentó su mayor ola de huelgas desde 1946. Según la Oficina de Estadísticas Laborales de ese país, 2020 fue (además de 2009) el año con la menor cantidad de conflictos laborales. Sin embargo, este último cuenta solo los conflictos que involucran a 1.000 o más trabajadores en un lugar de trabajo, ignorando los cambios en la estructura productiva. La nueva conflictividad laboral viene explícitamente de los márgenes, de sectores antes desorganizados, de nuevas sindicalizaciones, en condiciones de trabajo que aplican métodos distintos a los considerados como “acción industrial”.

Durante la pandemia de COVID-19, como en años anteriores, las luchas de los trabajadores tendieron a co menzar con luchas autoorganizadas y con los sindicatos con organización de planta. Las luchas desde el piso de producción pueden responder más rápido y de manera más flexible. Los sindicatos tradicionales, en su mayoría, evitaron promover activamente las huelgas y cuando estuvieron involucradas, casi siempre ocurrieron debido a la presión de las bases. El neoliberalismo y los cambios en la producción han socavado significativamente los viejos modelos de organización, pero están surgiendo nuevas luchas y estructuras organizativas a nivel mundial. Sin embargo, no se debe pasar por alto la debilidad del movimiento obrero. En la mayoría de los contextos, las acciones están muy por debajo de lo que sería necesario para realmente cambiar el equilibrio de poder a favor de los trabajadores. Sin embargo, las movilizaciones de los trabajadores durante la pandemia demuestran que la suposición de que “la clase ya no es una categoría relevante” es incorrecta. Además, la evidente vulnerabilidad de las cadenas de suministro globales aumenta nuevamente el poder estructural de los trabajadores en las industrias manufactureras globalizadas.

La interrupción de las ganancias a gran escala sigue siendo la herramienta más poderosa que tiene la clase trabajadora. En este contexto debe reconsiderarse la relación entre producción y reproducción, así como el tema de la lucha de clases y quién la libra. Los trabajadores migrantes constituyen una parte significativa de la nueva clase trabajadora en los centros capitalistas. El género y la “raza” no reemplazan a la clase ni la contradicen: deben integrarse en el análisis del capitalismo y las jerarquías de explotación. En su análisis de las luchas de clases que libran las mujeres, Paola Varela hace una observación crucial: “el lugar de trabajo no es tomado como un espacio sectorial sino como una posición de poder [...] que puede servir como catalizador y fortalecer los reclamos de la clase obrera como un todo”.

Dirigir toda la correspondencia a Dario Azzellini <da483@cornell.edu

 

 


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