La Revolución Bolivariana está en la mira de la geopolítica imperial
Venezuela ante la encrucijada militar
La Revolución Bolivariana, en Venezuela, está en la mira de la geopolítica imperial de Washington. Las inmensas riquezas petroleras que duermen en su subsuelo convierten al país caribeño en un preciado botín para la avidez de la primera economía mundial, que en muy buena medida se alimenta de petróleo. Y por otro lado, el proceso de transformación que vive su sociedad desde la llegada a la presidencia de Hugo Chávez y el 'mal ejemplo' que ello constituye para los vecinos de la región -que ya comenzaron a aunarse en un proyecto autónomo y antiimperialista como es el ALBA- son situaciones que la Casa Blanca desea revertir urgentemente. Para ello probó ya una batería de acciones (golpe de Estado, sabotaje petrolero, paro patronal), hasta ahora sin éxito. Pero la lucha sigue, y son varios los frentes de acción en que continúa la desestabilización: la guerra mediática, el sabotaje económico a través del desabastecimiento de productos básicos, la especulación financiera, la búsqueda de la ingobernabilidad poniendo obstáculos en el día a día, la promoción de fuerzas 'democráticas' como el actual movimiento estudiantil clasemediero disfrazado de progresista, etc., etc. A todo lo cual se suma la opción militar.
Si bien en el momento actual no pareciera posible una invasión directa de fuerzas estadounidenses, la opción bélica toma otras formas, no por ello menos peligrosas. Para hablar de esto en detalle, Argenpress, por medio de su corresponsal en Caracas: Marcelo Colussi, dialogó con un especialista en la materia: el politólogo de origen italiano Dario Azzellini, quien hace cinco años vive y sigue pormenorizadamente estos procesos en suelo venezolano. Autor de varias publicaciones sobre temas militares -'El negocio de la guerra', ' La empresa guerra'- sus palabras no hacen sino ratificar y ampliar con datos precisos lo que altas autoridades de gobierno ya vienen señalando en estos últimos días, e incluso el presidente Chávez manifestó sin vueltas: estamos en medio de una estrategia diseñada por Washington de penetración de paramilitares colombianos haciendo trabajo de desestabilización dentro de Venezuela. Esa pareciera que es la modalidad que va tomando el ataque militar hoy: 'No andan con fusiles ni vestidos con trajes camuflados, sino que están comprando casas, montando restaurantes y sitios donde venden licor y detrás, la droga'.
Argenpress: Tal como están las cosas hoy, ¿es posible pensar en una intervención militar directa de Estados Unidos en suelo venezolano?
Dario Azzellini: Una intervención directa no pareciera que fuera a haber, ni en el corto ni en el mediano plazo. No hay una situación política en América Latina que lo permitiera en la actualidad. Por otro lado una intervención directa es una aventura demasiado grande y nada indicaría que el gobierno de Estados Unidos esté dispuesto a correr un riesgo tan grande. Habría muchas posibilidades que eso se transformara en un nuevo Vietnam, y seguramente no van a repetir algo así. Y por otro lado, dado el consumo inmenso de petróleo que a lo interno tiene Estados Unidos, no está en condiciones de arriesgarse a perder el suministro de Venezuela por un tiempo que no se sabría cuánto puede ser si se embarcaran en una acción militar directa. Por todo eso, creo que no es concebible una intervención directa con sus tropas, pero sí es posible otra modalidad, que en realidad ya están implementando, y en el mediano plazo podría tomar más consistencia, que es montar una opción similar a lo que fue la Contra en Nicaragua años atrás, con las adecuaciones del caso. ¿Cómo lo harían aquí? Pues lo hacen a través del paramilitarismo colombiano.
En una primera fase ese paramilitarismo colombiano comenzó a penetrar Venezuela desde el punto de vista económico. De hecho tiene el control de muchos sectores aquí, con fincas y toda una logística que le permite tener lugares seguros para actuar y replegarse cuando es el momento. En territorio nacional controla el contrabando de gasolina de Venezuela hacia Colombia, y eso es un negocio muy grande. Controla el narcotráfico, y se puede suponer, a partir de los datos que han ido saliendo a luz recientemente, que controla también el contrabando de alimentos. Si tienen ya montada la estructura para el contrabando de la gasolina, pueden aprovechar eso perfectamente para contrabandear cualquier otra cosa, alimentos para el caso. Y con eso, justamente, se ve el perfil desestabilizador que habría en ese contrabando: se provoca el desabastecimiento, lo cual ayuda a la ingobernabilidad en Venezuela. De hecho, en Colombia los paramilitares tienen el control de una buena parte del acopio de leche. Por ello es que podría deducirse que en el actual desabastecimiento de la leche en Venezuela estarían estas organizaciones, manejándose con un criterio político en definitiva.
Además de eso, se dan otros fenómenos del paramilitarismo colombiano dentro de territorio venezolano, como por ejemplo la colaboración con ganaderos. Muchos de los sicarios responsables de las muertes de líderes campesinos de Venezuela (186 desde el año 2001 cuando aparece la Ley de Tierras) son colombianos. Y eso es muy fácil de saber, porque simplemente se los identifica por su acento. Hay muchos testimonios al respecto.
Se sabe de la presencia de paramilitares colombianos en Venezuela, aunque todavía no estén actuando como formaciones armadas tal como hacen en Colombia. De momento los asesinatos que provocan son selectivos, y actuando en grupos pequeños, de dos o tres personas. No son las masacres enormes como habitualmente hacen en Colombia.
Empezaron a entrar a territorio venezolano a través de un estado fronterizo como Táchira. En la ciudad de San Cristóbal, Táchira, el paramilitarismo cobra 'vacuna' [impuesto forzoso] a todos los comerciantes. Y a los que no les cobran, es porque son comercios de ellos, que también los hay, por supuesto. Eligieron San Cristóbal porque esa es la entrada a la cordillera de Los Andes. El proyecto estratégico del paramilitarismo colombiano que se está construyendo ahora aquí, intentando integrar a venezolanos también, es tener el control de esa cordillera. Eso les daría control militar sobre todos los territorios bajos, los llanos. Y por otro lado es un canal directo desde Cúcuta, capital del paramilitarismo en toda Colombia, fronteriza con Venezuela, hasta el interior de Venezuela misma para pasar allí lo que deseen: armas, drogas, gente. Asegurando el control de toda esa zona podrían moverse con toda comodidad desde Colombia hasta las puertas de Caracas prácticamente.
Argenpress: El proyecto, entonces, sería crear una nueva Contra, como aquella que actuó en Nicaragua durante toda la década del 90 del pasado siglo logrando finalmente la reversión de la Revolución Sandinista. ¿Estamos efectivamente ante eso?
Dario Azzellini: A mediano plazo podría pensarse que sí: una Contra como la de Nicaragua. De momento se está construyendo la estructura necesaria, la logística que les permita operar con comodidad. Por ejemplo, están intentando tener el control de las empresas y cooperativas de taxistas. En Barinas la gran mayoría de taxistas ya pertenecen, directa o indirectamente, al paramilitarismo. Y en las empresas donde no controlan los paramilitares, matan a los taxistas. Podría pensarse que, en el mediano plazo, matando taxistas y también transportistas, busquen meter el sector del transporte en contra del gobierno. Y quien se acuerde de Chile con Salvador Allende sabe qué importante es ese sector en una estrategia de desestabilización. Hoy día los paramilitares están trabajando con los taxistas porque ese es un sector básico para hacer inteligencia. Eso no es nada nuevo, en todos lados se hace.
El paramilitarismo ya hace dos años que comenzó con una estrategia masiva de penetración en los barrios de Caracas. La forma en que van ganando terreno ahí es dando cocaína a precios muy bajos, o regalándola, a pequeños grupos de criminales. Con eso comienzan a tener gente, a tener estructura en los barrios; el próximo paso será ir armándolos para darle solidez a esa estructura, para hacerla operativa en función de sus planes a futuro. Ya hace como un año que con esas estructuras están buscando impedir la organización de la gente a nivel comunitario en los barrios. Por ejemplo, en los lugares donde los consejos comunales se organizaron y comenzaron a lograr algunos objetivos -hacer sus barrios más tranquilos, entre otras cosas, bajar la inseguridad, volver a organizar actividades recreativas sanas, etc.-, allí, curiosamente, resurge la delincuencia con más fuerza. No es que aparece algún malandro por ahí; no, hay todo un plan de organización de la delincuencia, casi con una lógica militar. El aumento de asesinatos en el último año no podemos pensar que sea casual. Es una doble estrategia: por un lado crear pánico, crear malestar, inestabilidad. Y por otro lado, crear las condiciones para que, en un momento dado, puedan aparecer ellos mismos ofreciéndose como una fuerza de orden. Es el mismo discurso que han tenido en Colombia. En la zona fronteriza, sea en Barinas, Apure, el Táchira, Mérida, Zulia, hay alcaldes que colaboran con el paramilitarismo, tanto de la oposición como bolivarianos. Todo esto la población local lo sabe, aunque no haya documentación probatoria. Hay denuncias en la base, pero eso no trasciende luego. Hasta donde se sabe, no hay algún organismo de Estado que esté trabajando orgánica y sistemáticamente juntando toda esta información. No sé si desde algún sector de la inteligencia de las fuerzas militares de Venezuela se esté haciendo; quizá sí, pero no es algo público aún. Hay esfuerzos contra el paramilitarismo, pero no hay, al menos de momento, una política de Estado clara para todo esto, una respuesta contundente y completa para atacar el fenómeno.
A ello se suma la impunidad que sigue existiendo. Sabemos que gran parte de la Justicia está aún bajo control de la oposición a la revolución. Por ejemplo, en relación a estos 186 campesinos muertos de que hablábamos no hay un solo preso. Eso, obviamente, le facilita el trabajo al paramilitarismo, porque la impunidad les abre puertas en vez de cerrárselas
Argenpress: Si el gobierno dispone de datos sobre este auge del paramilitarismo, si el mismo presidente Chávez lo está denunciando en sus últimos discursos, ¿por qué parece que no hay un plan orgánico para combatir el asunto? ¿A qué se debería eso?
Dario Azzellini: Es cierto que el presidente Chávez viene denunciando esto del paramilitarismo y ha mostrado su profunda preocupación por el asunto, pero sabemos también que muchas veces él dice una cosa y luego los encargados de poner en práctica lo que declaró el presidente, hacen otra. Eso muestra una vez más lo vulnerable de todo este proceso: aquí hay infinidad de gente manejando los asuntos del Estado sin tener la más mínima convicción ideológica, estando ahí por puro oportunismo, por corrupción, o simplemente porque no tienen ninguna formación política y la situación los rebasa. Veamos el caso del contrabando de combustible. No es que ahí se estén llevando unos cuantos litros; no, ahí pasan todos los días miles y miles de litros de gasolina. Eso no se pasa por el río. Ahí van cantidad de camiones cruzando tranquilamente por la carretera, y sin dudas con la implicación de alguien que les facilita el negocio: soldados y guardias nacionales venezolanos, y también colombianos. Si no, no sería posible. Y lo mismo con el contrabando de comida, que no está dado por una bolsa de contrabando hormiga que hace una sola persona con un par de kilos de harina-pan, sino de toneladas y toneladas de comida, que por fuerza tienen que ir en camión. Ahora que arreciaron los operativos para detectar este contrabando, entre el 18 y el 25 de enero se lograron confiscar 6.000 toneladas de comida. Eso es mucho, obviamente. ¿Y qué significa? Que si en unos pocos días se pudo detener esa cantidad ¿cuánto ha venido pasando con anterioridad? ¿Y cuánto sigue pasando por otros estados fronterizos donde no se llevan a cabo estos operativos de control? Asusta saber todo eso. ¿Qué se hizo durante todo el año anterior entonces? ¿No trabajan los organismos de control?
Argenpress: Entonces tenemos que todo este fenómeno del paramilitarismo no es algo casual, fortuito, sino que responde a una estrategia militar bien planteada, con perspectiva de mediano y largo plazo. Viniendo de Colombia, donde se desarrolla el Plan Patriota, ¿qué relación podríamos encontrar entre este avance paramilitar actual en Venezuela y los planes bélicos continentales que impulsa el gobierno de Estados Unidos usando a Colombia como su gran base para Latinoamérica?
Dario Azzellini: El paramilitarismo de Colombia es algo montado por el Estado y por sus fuerzas armadas en combinación con la estrategia de dominación del gobierno de Estados Unidos, y siempre puesto al servicio de las élites y del gobierno colombianos. Durante el Plan Colombia, antecesor del actual Plan Patriota, el Ombusdman del Putumayo había dicho ya claramente que había evidencias sobradas para ver que los paramilitares eran la punta de lanza de esa iniciativa bélica. En realidad, primero llegaron los paramilitares a preparar el terreno, y luego inició el Plan Colombia. Hay muchísimas evidencias que ligan al ejército colombiano con los paramilitares, aunque ello, por supuesto, no sea nunca algo oficial. Armar a Colombia de la manera que se lo hizo es una estrategia del gobierno de los Estados Unidos para crear una amenaza, no sólo hacia Venezuela, sino hacia los otros países latinoamericanos. Es mostrar que en Colombia se tiene una roca fuerte, una base militar lista para operar en cualquier lugar del continente. Por lo que es crucial, para Estados Unidos, no perder el control de Colombia. Para la geoestrategia del gobierno estadounidense este país es clave: es el único de Sudamérica con acceso al Océano Pacífico y al Océano Atlántico, tiene cinco fronteras, tiene recursos energéticos considerables, acceso al Amazonia, y además: un puente hacia el norte -es la única conexión por tierra desde el sur hacia Centroamérica y de ahí al norte-. Es claro que ocupa un lugar muy importante en su estrategia y harán lo que sea para no perderlo. Además les sirve para mantener la amenaza a todos los otros países suramericanos
Argenpress: Es decir que el papel que se le hace jugar a Colombia, ahora con el Plan Patriota, heredero del Plan Colombia, va más allá incluso de la Revolución Bolivariana y de la 'molestia' que le ocasiona Hugo Chávez al imperio.
Dario Azzellini: Exacto. El Plan Colombia y toda esta estrategia nació con Clinton, eso no debemos olvidarlo. Esta geoestrategia de dominación continental de Washington es independiente de Chávez. En su esencia consiste en construir ese fortín militar como amenaza a todos los países de la región. Y en cuanto a lo que específicamente están haciendo ahora contra Venezuela, va más allá incluso de los paramilitares; es decir: usan distintas armas. Entre otras, las provocaciones militares del ejército colombiano, que podría estar jugando a producir alguna reacción armada de parte de Venezuela para después acusar al gobierno de Chávez dentro de la OEA y caerle con una furiosa guerra mediática. De hecho en los últimos años se han producido muchas veces cruces de fronteras por parte de tropas colombianas, del ejército y de paramilitares. Cruzan la frontera, provocan algún hecho de violencia y luego regresan a Colombia. No hay dudas que están probando a ver si Venezuela responde militarmente en algún momento, para luego montar todo el espectáculo mediático que ya sabemos que saben hacer, denunciando la amenaza que el gobierno de Chávez representa para la paz en el continente
Argenpress: En esta perspectiva, entonces, ante esta amenaza bélica que representa el avance del paramilitarismo, más la guerra mediática a que se ve sometida día a día, y luego de la derrota en el referéndum de diciembre pasado, con elecciones de alcaldes y gobernadores para fin de año, ¿qué escenario ves para la Revolución Bolivariana en el 2008?
Dario Azzellini: Un punto esencial es ver si se logra de verdad tener eficiencia en la acción de gobierno. Sabemos que hay muchas cosas que funcionan a medias, y otras funcionan sólo coyunturalmente. Me parece que es importante para la salud de la revolución que la gente vea más y mejores resultados en todos los proyectos que se llevan a cabo. Es decir: que las cosas funcionen. Desde algo aparentemente banal como la recolección de la basura en cada ciudad hasta problemas generales de orden nacional. Y algo también básico es ver si para las próximas elecciones se logra tener candidatos realmente elegidos por las bases. Eso, hasta ahora, no ha funcionado, y mejorar ese aspecto también sería muy importante para el avance del proceso revolucionario. Creo que para enfrentar todo esto, es decir: desde el paramilitarismo a estos aspectos de corrupción e ineficiencia que le hacen tanto mal a la revolución desde adentro, la única opción es más poder popular. Involucrar más a las bases, a la gente; esa debe ser la salida. Por ejemplo, en lo militar, hasta incluso los comandantes de cada base del ejército o de la Guardia Nacional deberían ser avalados por las comunidades. Es un ejemplo, pero así debería ser la dinámica, porque las comunidades son las que realmente saben qué es lo que está pasando: si ese comandante de una base es corrupto o no, si está haciendo negocios con madera o defiende a narcotraficantes. La gente local va sabiendo todo eso, pero sucede que no tiene canales para ejercer su poder real, para hacer públicas las denuncias, para ejercer presión. En la nueva Policía Nacional que se está diseñando, se están pensando este tipo de mecanismos; pues algo similar debería ser para todas las estructuras del Estado: que la gente desde cada comunidad avale, o quite, a los funcionarios
Argenpress: Siendo que sólo la organización popular desde abajo puede ser garantía del fortalecimiento de la revolución, ¿qué decir de los aspectos militares: milicias populares armadas entonces? ¿Pueblo armado para defender la revolución?
Dario Azzellini: Sin dudas. Es absolutamente necesario como una forma del poder popular. Justamente estas estrategias de desestabilización como son los paramilitares, o la Contra en Nicaragua en su momento, consisten en no enfrentarse con el ejército regular. Más bien se dedican al desgaste de la población, produciendo ataques militares menores. Y la mejor manera de responder a eso, evitando también así hacer crecer tremendamente al ejército, es armar a la gente civil, promover la autodefensa revolucionaria. En ese sentido es una tarea política necesaria la construcción de milicias populares para defender el avance del proceso. Hay organizaciones populares de base que lo están pidiendo. En las recientes reuniones de consejos comunales y organizaciones revolucionarias de base que surgieron luego de la derrota del referéndum, ese tema fue tratado y surgió claramente el pedido de ponerlo en práctica. Habrá que ver cómo marcha eso, qué dice el gobierno al respecto. Con el movimiento campesino se ha trabajado algo más el tema. Hay bastante población campesina que participa en las reservas y está en coordinación con algunos sectores del ejército. No en todo el país, pero sí hay milicias campesinas armadas
Argenpress: Al hablar del paramilitarismo que viene desde Colombia con su Plan Patriota, no podemos dejar de considerar qué pasa en ese país y qué perspectivas reales se vislumbran a futuro. Sabemos que está ahí el movimiento armado más viejo del continente, con dos grupos guerrilleros muy fuertes, pero hay un empate técnico con las fuerzas armadas del Estado capitalista, a lo que se suma el negocio del narcotráfico que es otro gran tema del que se sirve la derecha. Toda esta complejísima situación no da miras de solucionarse en lo inmediato ni en el mediano plazo. ¿Qué escenario se puede ver ahí, y qué influencia tendría eso para Venezuela?
Dario Azzellini: Es verdaderamente un problema difícil, porque la oligarquía colombiana es la más dura de todo el continente. Está visto que no está dispuesta a ceder nada de nada. Pero paz sólo podrá haber si hay un cambio real en la estructura social y económica del país. Eso es lo que buscan los dos grupos insurgentes -FARC y ELN-, y ninguno de ellos va a entrar a procesos de negociación como los de Guatemala o El Salvador haciendo concesiones en esos aspectos. O sea que es una situación bien complicada, porque los grupos armados no se desarmarán hasta que no haya un cambio efectivo en la estructura socioeconómica, y la oligarquía colombiana no está dispuesta a ceder nada en ese aspecto. De momento hay un empate, y hoy por hoy no se ve cómo puede solucionarse eso. Fue una buena noticia que la izquierda haya ganado las alcaldías de varias ciudades importantes del país. Pero eso no sé que perspectiva real trae a largo plazo. La situación es sin dudas muy, muy complicada. Creo que las élites tendrán que considerar eso a futuro, porque los grupos armados ya han dicho que nunca depondrán las armas; quizás no las usen llegado el caso si se producen procesos de pacificación, pero nunca las entregarán. Lo cual se entiende, porque todos los movimientos guerrilleros que negociaron procesos de paz en Colombia entregando las armas terminaron en el cementerio. Por tanto, no hay perspectivas que llegue un desarme. Y ninguna de las dos partes cede nada. Por otro lado es imposible que los movimientos armados triunfen en términos militares, porque si sucediera, seguramente el gobierno de Estados Unidos no lo permitiría, y hasta bombardearía el país quizá. Con estos planes agresivos, como el Plan Colombia o el Plan Patriota, a la insurgencia, que no fue vencida en términos militares, se le complicó la posibilidad de hacer su trabajo político. Antes podían tener más presencia en las comunidades, y en las áreas rurales realmente manejaban grandes territorios. Pero con la implementación de estos planes se les ha puesto mucho más difícil la posibilidad de su trabajo con las poblaciones, su trabajo político básicamente. Con eso, entonces, se refuerza el mensaje que las élites y los Estados Unidos quieren dar: que esas guerrillas no son movimientos políticos, con lo que se acentúa su descrédito
Argenpress: Sin dudas el panorama político para los movimientos populares de toda Latinoamérica está difícil. En ese sentido, ¿el ALBA puede ser una opción alternativa?
Dario Azzellini: Sí, sin dudas. Ya ha comenzado a ser un polo interesante como alternativa. Ahora, por ejemplo, empieza a crecer esta perspectiva de involucrar también al Caribe. Aunque no sea de un peso económico importante, sí lo es en términos políticos y culturales, como mensaje. Si toda esa región comienza a mirar hacia el sur, hacia América Latina y ya no tanto hacia Estados Unidos, eso representa un cambio importante. Ahora ingresó Dominica al ALBA. Por supuesto que no es de importancia su contribución económica, con apenas 150.000 habitantes, pero sí tiene un valor simbólico muy grande: se empiezan a establecer lazos entre países y pueblos históricamente separados. Entiendo que podrán seguir habiendo más adhesiones desde el Caribe, porque para estos pequeños países puede ser muy interesante este proyecto. En el panorama actual, las posibilidades de crecer como bloque son limitadas, por supuesto. Podrán entrar algunos de estos países caribeños y Ecuador; no creo que sean luego muchos más los países que se incorporen. Pero no hay dudas que la iniciativa va cobrando mayor peso. Cuando se puso en marcha eran apenas dos países: Venezuela y Cuba, y sólo buenas intenciones. Eso ya ha cambiado en unos pocos años. Lo importante es ver si se pueden seguir involucrando al ALBA ya no tanto gobiernos sino movimientos populares. Eso puede ser una clave muy interesante, y al respecto Venezuela está contribuyendo mucho, por ejemplo con becas e incentivos. Crear esa conciencia de unidad continental, aunque no estén los gobiernos, puede ser muy importante, con una gran potencialidad para las bases populares. Todas esas cosas sí, efectivamente molestan al imperio. Molestan, incluso, por el simple hecho de romper la lógica mercantil para la unión entre grupos. Ahí está la amenaza, porque propone otro modelo. Hace ver que 'otro mundo es posible', efectivamente. Habrá que ver cómo sigue, si se estanca o va creciendo
Argenpress: Si el ALBA crece y se solidifica sabemos que en muy buena medida será porque Venezuela, a través del fenomenal ingreso que le reporta su petróleo, lo posibilita. Ante eso, ¿sería pensable una intervención militar directa del imperio sobre estas reservas petroleras?
Dario Azzellini: Yo creería que la estrategia del gobierno de Estados Unidos, si bien es seguir presionando por todos los frentes, más bien es esperar que Venezuela caiga sola. Todavía no es necesaria una invasión. Creo que, inclusive, una intervención militar externa podría hasta fortalecer el proyecto revolucionario. Por eso, más bien, la política del imperio es apuntar al avance del paramilitarismo. Y si no se lo frena ahora mismo, probablemente sea muy difícil seguir con el proceso de transformaciones en Venezuela. Ese paramilitarismo será el que va a impedir continuar con la organización popular, el que va a hacer fracasar los distintos programas que emprenda el gobierno, el que va a seguir contrabandeando comida y sacándola para Colombia. Todo eso es una bomba de tiempo para la revolución, por eso hay que detenerlo ya mismo.
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